Los hermanitos del Cordero
Misioneros de la Santa Faz y mendicantes de la Santísima Trinidad

Misterio del Cordero

«He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo¹», todo el mal del mundo. El CORDERO es JESÚS pobre y crucificado; por su divina ternura se ofrece a nosotros, mendigando nuestro amor -Divina ternura de Jesús unido al Padre, victoriosa de la muerte, poder de Resurrección, invencible ternura que lo resucita de entre los muertos.

Por su Cruz y por su Resurrección, Jesús, el Cordero de Dios, triunfa hoy, en la actualidad de nuestra historia, sobre el odio mortal que los hombres mantienen contra Dios y sus «hermanos» en humanidad.

«En su carne… en su persona, Jesús ha matado el odio²»,  Él nos da su Paz, la Paz de Cristo Resucitado que hace irrumpir sobre el mundo las aguas vivas del Espíritu y la ternura del Padre.

Vida fraterna

Consagrados en el corazón de la Iglesia para vivir el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, los hermanitos del Cordero están unidos por la unanimidad fraterna «para tener una sola alma y un solo corazón vuelto hacia Dios³».

Vida contemplativa

«Ante todo, amad a Dios³ «Sentados a los pies del Señor», guardamos la Palabra de Dios en nuestro corazón, con la Virgen María.
Esta Agua viva de la Palabra de Dios, la sacamos del Corazón traspasado de Jesús en la Cruz, por medio de la Eucaristía cotidiana, la Adoración eucarística y las grandes liturgias del oficio divino, de día y de noche, en esta vida contemplativa que nos revela el misterio del Cordero.

Vida de Misión

Testigos del misterio del Cordero, los hermanitos del Cordero van como peregrinos, orantes, pobres y mendicantes, tras los pasos de santo Domingo y de san Francisco, al encuentro de los más pobres del mundo para que todos, ricos y pobres, reciban la Luz del Evangelio: Jesús, Cordero de Dios – ternura del Padre por los hombres

Tras los pasos del Cordero, enviados por la Iglesia «como corderos⁵» en medio del mundo, en camino, «heridos, no dejaremos jamás de amar» (divisa de la Comunidad).

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¹ Jn 1, 29
2 Ef 2, 16
3 Regla de san Agustín
4 cf. Lc 10, 39
5 Lc 10, 3

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